Las moléculas producidas por las bacterias intestinales podrían ayudar al cuerpo humano a combatir el cáncer

Nuestras entrañas son lugares fabulosos, llenos de una miríada de microbios. Estas diminutas formas de vida nos ayudan con todo, desde fermentando fibra para sentirse lleno. Pero sus efectos no se quedan solo en el intestino.

Sabemos que los microbios intestinales como las bacterias y las levaduras tienen un papel que desempeñar en la diabetes, la depresión y las enfermedades neurovasculares. Ahora, los científicos han descubierto que las moléculas producidas por las bacterias del estómago podrían ayudar al cuerpo humano en lo que respecta al sistema inmunológico, incluso yendo tan lejos como para ayudar a combatir los tumores.

“Los resultados son un ejemplo de cómo los metabolitos de las bacterias intestinales pueden cambiar el metabolismo y la regulación génica de nuestras células y, por lo tanto, influir positivamente en la eficacia de las terapias tumorales”. dice el inmunólogo Maik Luu

del Hospital Universitario de Würzburg en Alemania.

Ácidos grasos de cadena corta (AGCC) son una de las moléculas útiles que se producen cuando la fibra dietética se fermenta en el intestino. Los principales SCFA son acetato y butirato, junto con los menos comunes pentanoato, que se encuentra solo en algunas bacterias. Todos estos AGCC tienen muchos efectos positivos para la salud de los seres humanos, como la regulación de la resistencia a la insulina, el colesterol e incluso el apetito.

Luu y sus colegas ahora han descubierto que el butirato y el pentanoato también aumentan la actividad antitumoral de un tipo de linfocito T asesino conocido como CD8, reprogramando la forma en que funcionan. Por primera vez, lo han demostrado experimentalmente en ratones.

“Cuando los ácidos grasos de cadena corta reprograman las células T CD8, uno de los resultados es una mayor producción de moléculas proinflamatorias y citotóxicas”. dice Luu.

“Pudimos demostrar que los ácidos grasos de cadena corta butirato y, en particular, el pentanoato son capaces de aumentar la actividad citotóxica de las células T CD8”.

Usando ratones de laboratorio, el equipo encontró que ciertos comensal

las bacterias producen pentanoato. Por ejemplo, una bacteria intestinal humana relativamente rara, Megasphaera Marsella pequeñas proteínas mejoradas llamadas citocinas en las células T asesinas, lo que aumenta la capacidad de destruir las células tumorales.

Como control, el equipo experimentó con otras bacterias no productoras de pentanoato y no encontró ningún efecto sobre los niveles de citocinas. Este hallazgo podría ser particularmente útil para las terapias que aprovechan el sistema inmunológico para combatir cáncer.

Algunas células tumorales tienen proteínas en sus superficies que pueden unirse a proteínas en las células T, lo que resulta en una respuesta inmune de ‘punto de control’ que le dice a la célula asesina que respete su objetivo, en este caso, la célula cancerosa. La terapia con inhibidores del punto de control inmunológico (ICI) actúa bloqueando estas proteínas del punto de control, lo que permite que las células T hagan su trabajo y destruyan las células tumorales.

“Un consorcio comensal definido que consta de 11 cepas bacterianas humanas provocó una fuerte inmunidad antitumoral mediada por células T CD8 +”, escribió el equipo en su nuevo artículo.

“Este estudio ha demostrado que una mezcla de comensales humanos poco abundantes pudo mejorar sustancialmente la eficacia de la terapia ICI en ratones”.

Este emocionante descubrimiento nos acerca a comprender cómo la combinación correcta de bacterias intestinales podría ayudar a impulsar las terapias ICI administradas a los pacientes con cáncer.

El equipo también examinó un tipo de célula T genéticamente modificada llamada Células CAR-T que se utilizan en inmunoterapia, y se encontró que la asistencia bacteriana funcionaba de la misma manera, particularmente en tumores sólidos.

Aunque los investigadores advierten que hay un largo camino por recorrer antes de que podamos aplicar estos resultados en la clínica, este importante hallazgo es otra razón más para amar las bacterias intestinales y recordar comer más fibra.

La investigación ha sido publicada en Comunicaciones de la naturaleza.

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