En un día de fines de abril, una pequeña plataforma de perforación se encuentra en el borde de los campos cubiertos de matorrales de Syracuse, Nueva York, tomando muestras de suelo. Es la primera señal de construcción de lo que podrí a convertirse en la instalación de fabricación de semiconductores más grande de los Estados Unidos.
La Ley de CHIPS y Ciencia, aprobada el año pasado con el apoyo bipartidista del Congreso, fue ampliamente vista por los líderes de la industria y los políticos como una forma de asegurar las cadenas de suministro y hacer que Estados Unidos vuelva a ser competitivo en la fabricación de chips semiconductores.
Ahora, Syracuse está a punto de convertirse en una prueba económica de si, en las próximas décadas, las políticas gubernamentales agresivas y las inversiones corporativas masivas que estimulan pueden impulsar la destreza manufacturera del país y revitalizar regiones como el norte del estado de Nueva York. Y todo comienza con un tipo de fábrica sorprendentemente costosa y compleja llamada fábrica de chips. Lea la historia completa.
—David Rotman
Dentro de un laboratorio de cemento de alta tecnología
El cemento es una pesadilla climática. El material, que es básicamente el pegamento que mantiene unido el concreto, representa alrededor del 8% de las emisiones globales.
Requiere temperaturas muy altas para fabricarse, lo que significa que tiene que quemar combustibles fósiles en el proceso. En segundo lugar, hay reacciones químicas involucradas en la transformación de minerales en cemento de trabajo, y liberan dióxido de carbono.