El tamaño del cerebro no lo es todo

Los cerebros de las hormigas son minúsculos, pero trabajan juntos para construir casas r elativamente enormes y coordinar la búsqueda de comida. (Glenn Orzepowski /)

Cuando pensamos, cada una de nuestras células cerebrales envía señales a hasta 1000 neuronas vecinas hasta 200 veces por segundo. Esto permite la toma de decisiones complejas, como navegar en una parada de cuatro direcciones o resolver un problema de álgebra. Pero los animales con pequeñas cabezas (o ninguna) también completan tareas complicadas, no se necesitan fuegos artificiales cerebrales.

Los cerebros de las hormigas son cientos de miles de veces más pequeños que los nuestros, lo que los hace incapaces de tener una potencia informática individual significativa. En cambio, emplean un intrincado sistema de comunicación mental en colmena, dice el entomólogo del Instituto de Tecnología de Nueva Jersey, Simon Garnier. Los insectos emiten sustancias químicas llamadas feromonas cuando encuentran un recurso, como comida o un sitio de anidación. Cientos de hormigas compañeras siguen el olor, lo que lleva a un ejército organizado de criaturas saciadas o la construcción de un hormiguero gigante (relativamente hablando).

Incluso los organismos unicelulares sin cerebro llamados mohos de limo plasmodial pueden comprender lecciones simples, dice Audrey Dussutour, bióloga de la Universidad de Toulouse. Ella les enseñó a estas manchas a atravesar parcelas saladas de tierra llenándolas gradualmente de sodio. Cuanta más sal contenían, antes “se dieron cuenta” de que podían cruzar de forma segura, lo que demuestra que una red neuronal elaborada no es la única clave del éxito.

Esta historia aparece en el Invierno de 2020, problema de transformación de Ciencia popular.

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