Cerrar los mercados húmedos es una cuestión de salud pública.


La causa del problema fue el uso continuo de los llamados "mercados húmedos" en Wuhan. Al principio, existía la preocupación de que el virus se había propagado por el consumo de carne de serpiente, sin embargo, más tarde se supo que provenía de un murciélago poco cocido.

Las autoridades chinas ya han cerrado los comerciantes de animales salvajes por temor a que sus productos desencadenaron la pandemia de coronavirus. Ahora los funcionarios están ofreciendo incentivos fiscales a la industria multimillonaria de productos animales para enviar algunos de los productos animales al extranjero. El simple hecho es que sabemos que el virus se propagó por el consumo de murciélago o pangolín en peligro de extinción, entonces, ¿por qué deberíamos permitir que China continúe exportando estos productos?

Conocemos los riesgos que conlleva comer animales no domesticados. La epidemia de ébola en África occidental hace unos años fue similar al consumo de animales salvajes. El consumo de la llamada "carne de monte", como pequeños monos y murciélagos, fue la causa de la transferencia del virus de los animales a los humanos. Lo mismo ocurrió con el VIH y el SIDA a principios de la década de 2000, cuando se informó ampliamente en revistas médicas estadounidenses que las hebras nuevas del virus provenían de la carne de animales silvestres en África.

Un trabajador chino carnicería de aves de corral en el mercado mayorista de aves de Jintan en Wuhan, China. EPA-EFE // STR

Y si el costo humano del consumo continuo de tales productos no es suficiente, veamos el lado del bienestar animal del problema. Estos mercados alimentan la caza furtiva continua y la caza ilegal de animales en peligro tanto en África como en Asia. Los tigres, los rinocerontes, los elefantes y los pangolines también son cazados con el fin de alimentar una creciente demanda de medicina tradicional china.

Debemos adoptar una posición firme en contra de la forma en que China continúa ignorando por completo la santidad de la vida, no solo de su propia gente sino también del mundo natural que nos rodea. Al mismo tiempo que atacamos las violaciones de los derechos humanos en China, también deberíamos ir tras sus registros sobre el tratamiento de los animales.

Una nueva demanda de futuras relaciones comerciales con China, no debe ser solo que se defiendan los derechos humanos, sino que pongan fin a las prácticas imprudentes que rodean la "medicina tradicional" y los mercados húmedos. En ambos casos, causan más daño que bien y pueden poner en riesgo la vida humana. No hay evidencia de que las medicinas tradicionales chinas funcionen, así como tampoco hay evidencia de que comer sopa de murciélago o carne de pangolín sea seguro.

Ya no se trata solo de proteger nuestra ideología e interés económico al comerciar con China, sino también de proteger la salud pública.

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