Lo que debe hacer el G20



Arabia Saudita, la presidenta de este año del Grupo de los Veinte, convocar una cumbre virtual la próxima semana para discutir una respuesta global a la Crisis COVID-19. La reunión de emergencia no pudo llegar demasiado pronto. Debido a que la salud global es un bien público colectivo, cualquier amenaza requiere una respuesta multilateral.

La emergencia sanitaria también amenaza con desencadenar una recesión mundial y una crisis financiera. Como aprendimos en 2008, las crisis económicas mundiales también deben cumplirse con una estrategia multilateral. Las acciones tímidas, descoordinadas o unilaterales de los países individuales serán ineficaces, en el mejor de los casos, y podrían conducir a una espiral descendente de políticas de "mendigo a tu vecino".

El G20 es el candidato obvio para desempeñar el papel de coordinador global. Contabilizando alrededor 90% del PIB mundial, comprende las economías avanzadas y emergentes más grandes del mundo. Y como foro sin una secretaría permanente, es lo suficientemente ágil como para reunir a la comunidad internacional rápidamente, como lo hizo en noviembre de 2008, en el apogeo de la crisis financiera.

En esa ocasión, los líderes del G20 se reunieron en Washington, DC, para organizar una respuesta coordinada, y luego se reunieron nuevamente en abril de 2009 en Londres, donde tomaron medidas para estabilizar la economía global y restaurar la confianza. Funcionó: una exhibición pública de liderazgo colectivo y responsabilidad compartida evitó un colapso económico más profundo.

En la emergencia de hoy, las apuestas son aún mayores, porque millones de vidas están en peligro. Si COVID-19 terminara teniendo una tasa de mortalidad del 1%, la cifra final de muertes sería similar a la de la Segunda Guerra Mundial. Peor aún, ese es el escenario "benigno". A partir del 3 de marzo, la Organización Mundial de la Salud puso el actual tasa de mortalidad al 3,4%, basado en casos reportados.

En las economías avanzadas, los sistemas de atención médica que enfrentan un aumento en los casos de COVID-19 corren el riesgo de colapsar. En muchos países en desarrollo, la infraestructura médica para tratar las enfermedades infecciosas es limitada. Para empeorar las cosas, la creciente presión sobre las cadenas de suministro dificultará la adquisición de bienes básicos, incluido el equipo médico.

Este no es un momento de acción tímida o simbólica. El G20 necesita adoptar urgentemente un plan para abordar la emergencia médica, respaldar la economía global y restaurar la confianza. Lo que sigue son sugerencias, lejos de una lista exhaustiva, de los pasos que deberían tomar los encargados de formular políticas.

Primero, los líderes del G20 deberían adoptar el principio de "virtualidad" completamente, cancelando el resto de las reuniones en persona del grupo programadas para este año. Al moverse en línea y evitar reuniones innecesarias como Business 20 y otras grupos de compromiso, el G20 puede ser un ejemplo para todos aquellos países y comunidades que aún no han reconocido la urgencia de la contención a través del "distanciamiento social".

En segundo lugar, el G20 debería establecer un fondo para apoyar los esfuerzos de la OMS para monitorear e informar sobre la emergencia, y para coordinar el suministro de equipos básicos como kits de prueba y máscaras faciales. Como en 2009, es importante mostrarle al mundo que profesionales competentes y calificados están en el asiento del conductor.

Tercero, el G20 debería dar a la OMS un asiento formal en la mesa, como ya lo ha hecho con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OCDE. La salud global siempre ha sido un tema secundario para el G20, que ha tendido a centrarse solo en cuestiones como el acceso a la atención y la seguridad alimentaria y del agua. Pero como lo muestra la crisis actual, el impacto sistémico de las pandemias y la influencia de la salud pública en las condiciones económicas en general deberían ser los principales problemas de preocupación.

Cuarto, los estados miembros del G20 deben estar preparados para ayudar a los países de bajos ingresos que carecen de infraestructura, provisiones médicas, experiencia y personal para contener el contagio. La acción coordinada entre los gobiernos, los bancos regionales de desarrollo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y otras entidades es fundamental a este respecto.

Quinto, el G20 debería adoptar un paquete de emergencia para evitar un colapso a gran escala de la economía global. Existe una necesidad urgente de estímulo fiscal, medidas para mantener en funcionamiento las cadenas de suministro mundiales, compromisos para evitar las medidas proteccionistas y la devaluación monetaria unilateral, y arreglos para garantizar una amplia liquidez en el sistema monetario y financiero global.

Como en 2008 y sus secuelas, la crisis actual exige un enfoque integral, "lo que sea necesario", y se necesita ahora. En ausencia de políticas fiscales coordinadas, la política monetaria tendrá solo un impacto limitado, y las políticas fiscales diseñadas solo teniendo en cuenta las consideraciones internas serán mucho menos poderosas de lo que podrían haber sido, debido a los efectos indirectos del gasto de importación. Investigación muestra que el impacto a nivel nacional de un paquete coordinado de estímulo fiscal para todo el G20 podría ser hasta dos veces mayor que el de las medidas de estímulo interno aplicadas de forma aislada. Además, las medidas unilaterales podrían asustar a los mercados de bonos y, por lo tanto, aumentar los costos de servicio de la deuda para los países como Italia, que está en manos de una emergencia médica en toda regla.

Sobre todo, el G20 debe ser audaz. El mundo ha escuchado suficiente vacío declaraciones y toleró suficientes disputas diplomáticas pueriles. A juzgar por las cifras que salen de la provincia china de Hubei (el primer epicentro de la pandemia) y el norte de Italia, el brote mundial empeorará significativamente antes de que mejore. Y, porque el contagio está en un camino de crecimiento exponencial, ese empeoramiento podría ser aún más horrible que lo que hemos visto hasta ahora.

Solo la coordinación internacional puede prevenir el peor de los casos. Las personas y las empresas de todo el mundo están profundamente preocupadas, si no totalmente aterradas, y necesitan tranquilidad. Los líderes mundiales deben dejar de lado el nacionalismo mezquino y el liderazgo. De lo contrario, una emergencia que ya parece una guerra podría convertirse en una.

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