Luchando contra la impunidad en el siglo XXI

En 2006, Thomas Lubanga fue la primera persona en ser condenada como criminal de guerra por la Corte Penal Internacional. Por primera vez desde la caída del Muro de Berlín, la comunidad internacional envió un mensaje claro, decisivo y unificado de que la salvaguardia de la vida y la dignidad humanas sigue siendo un objetivo primordial del mundo democrático, y que las violaciones masivas de los derechos humanos pueden y ocurrirán. ser castigado con la debida fuerza de ley.

Sin embargo, desde esa decisión histórica, las violaciones masivas de los derechos humanos continúan abiertamente en muchas partes del mundo. Las minorías étnicas y religiosas sufren ataques genocidas, los no combatientes son ejecutados y torturados, los periodistas son atacados, los disidentes encarcelados y, en definitiva, todo tipo de discriminación se ejerce a costa de la ciudadanía.

Al mismo tiempo, reina la impunidad entre los poderosos, quienes encuentran inmunidad frente a los delitos que cometen, los cuales se extienden cada vez más. Hoy unos 40.000 no combatientes pierden la vida cada año, mientras que solo en los últimos cuatro años alrededor de 80 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares para evitar la violencia de la guerra y el despotismo de los regímenes.

El esfuerzo colectivo del mundo occidental para afianzar la democracia y salvaguardar los derechos humanos más allá de su alcance inmediato ha sido a menudo inadecuado. Sin embargo, la capacidad de defender los derechos humanos en el exterior presupone su fortalecimiento y profundización en el país.

In las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, los líderes del mundo libre y democrático lograron sentar las bases de un período de estabilidad, paz, democracia y crecimiento al tiempo que consolidaban los derechos humanos y la justicia y las libertades estatales.

En los últimos años, sin embargo, múltiples crisis y el auge radical del nacionalismo y el populismo en diversas formas han sido un desafío directo a la democracia global, socavando el orden democrático de posguerra y la cooperación internacional. Las alianzas se han viciado y las rivalidades comerciales se han intensificado. El anterior presidente estadounidense, Donald Trump, eligió llevar a cabo una política exterior basada en consideraciones comerciales, colocando los valores y los derechos humanos en un segundo plano.

El presidente Joe Biden tiene la intención de restaurar los valores democráticos básicos y el orden institucional internacional, al tiempo que toma iniciativas para la acción colectiva contra las nuevas amenazas. Como ha dicho, nada menos que la vigencia de la democracia en el 21S t el siglo está en juego.

Pero para que nuestra democracia sea útil y efectiva, requiere que promueva la acción colectiva global y el entendimiento que requiere nuestro tiempo, para que las violaciones de derechos humanos puedan ser eliminadas en la medida de lo posible.

Durante mi mandato anterior como Comisario europeo de Migración, Seguridad Interior y Nacionalidad, la protección de los derechos, especialmente los de los grupos sociales vulnerables, fue fundamental para mi política. También definió el sistema de derechos y principios que serví en nombre de la Unión Europea.

Hoy, en mi nueva posición paralela como miembro de la junta de gobierno de la organización internacional Fight Impunity, continúo esta tarea, junto con personalidades de renombre de todo el mundo, contribuyendo al proyecto global de enfrentar de manera efectiva las violaciones masivas de derechos humanos. Nuestro objetivo común es poner fin a la violencia, la injusticia y todas las formas de discriminación. Es brindar a las naciones y sociedades los principios de convivencia armoniosa, libertad, democracia, justicia e igualdad de oportunidades.

Sin embargo, para la consecución de estos objetivos, es necesaria la cooperación mundial. Es cierto que no podemos afrontar eficazmente los peligros si nuestros esfuerzos están fragmentados. La fragmentación nos hace a todos vulnerables. Ha sido una dura lección que el mundo ha tenido que aprender en los últimos años, especialmente en el manejo de las múltiples crisis que atraviesa la comunidad mundial.

Ninguna nación u organización por sí sola puede hacer frente a los desafíos emergentes en Europa o Estados Unidos, pero sobre todo en áreas donde la impunidad es un verdadero flagelo.

Los Estados, las organizaciones y las empresas deben contribuir al esfuerzo colectivo para enfrentar de manera decisiva los crímenes de lesa humanidad y las violaciones masivas de los derechos humanos, manteniendo el requisito de que los perpetradores rindan cuentas, un requisito que es el pilar principal de la justicia internacional.

Necesitamos elaborar conjuntamente un enfoque consensuado contra la impunidad. También necesitamos coordinar un plan de acción específico que involucre a todas las partes interesadas en la dirección de establecer mecanismos de investigación y control.

Crear sociedades más pacíficas, seguras e inclusivas presupone un sistema internacional fuerte basado en el derecho, los principios, las reglas y la cooperación internacionales.

El derecho internacional y la justicia internacional, junto con sus principios y órganos, son los ángeles de la guarda de la convivencia pacífica, así como los principales instrumentos de la cooperación internacional. Son la codificación de la ética y las relaciones prácticas entre naciones. Son el sistema de valores que guía nuestro esfuerzo colectivo para eliminar la impunidad de quienes han cometido crímenes contra la humanidad, la dignidad humana y la democracia.

Es esta misión, que incluye una red de actividades e iniciativas, que la organización internacional Fight Impunity ha emprendido, y que está aquí para satisfacer las necesidades presentes y futuras de la comunidad mundial de ciudadanos.

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