No dejes que Covid-19 se convierta en un juego de hambre



La pandemia de Covid-19 está poniendo enormes tensiones en los sistemas de salud pública de todo el mundo, y millones de personas en las economías más avanzadas del mundo están en alguna forma de cuarentena.

Sabemos que el costo humano será alto, y que los esfuerzos masivos para cambiar el rumbo conllevan un alto costo económico.

Para reducir el riesgo de un peaje aún mayor (escasez de alimentos para millones, incluso en países ricos), el mundo debe tomar medidas inmediatas para minimizar las interrupciones en las cadenas de suministro de alimentos.

Se necesita una respuesta coherente y coordinada a nivel mundial para evitar que esta crisis de salud pública desencadene una crisis alimentaria en la que las personas no puedan encontrar o pagar alimentos.

Por ahora, Covid-19 no ha implicado ninguna presión sobre la seguridad alimentaria, a pesar de los informes anecdóticos de asedios de supermercados abarrotados.

Si bien no hay necesidad de pánico (hay suficiente suministro de alimentos en el mundo para alimentar a todos), debemos enfrentar el desafío: un enorme riesgo de que los alimentos no estén disponibles donde se necesitan.

El brote de Covid-19, con todos los cierres y bloqueos que lo acompañan, ha creado cuellos de botella logísticos que rebotan en las largas cadenas de valor de la economía global moderna.

Las restricciones de movimiento, así como el comportamiento básico de aversión de los trabajadores, pueden impedir que los agricultores procesen alimentos y procesadores de alimentos (que manejan la mayoría de los productos agrícolas).

La escasez de fertilizantes, medicamentos veterinarios y otros insumos también podría afectar la producción agrícola.

De Manhattan a Manila

Los cierres de restaurantes y las compras de comestibles menos frecuentes disminuyen la demanda de productos frescos y productos pesqueros, afectando a los productores y proveedores, especialmente a los pequeños agricultores, con consecuencias a largo p lazo para la población cada vez más urbanizada del mundo, ya sea en Manhattan o Manila.

La incertidumbre sobre la disponibilidad de alimentos puede inducir a los encargados de formular políticas a implementar medidas comerciales restrictivas para salvaguardar la seguridad alimentaria nacional.

Dada la experiencia de la crisis mundial de precios de alimentos de 2007-2008, sabemos que tales medidas solo pueden exacerbar la situación.

Las restricciones a la exportación establecidas por los países exportadores para aumentar la disponibilidad de alimentos a nivel nacional podrían provocar serias interrupciones en el mercado mundial de alimentos, lo que provocaría picos de precios y una mayor volatilidad de los precios.

En 2007-2008, estas medidas inmediatas resultaron extremadamente perjudiciales, especialmente para los países de bajos ingresos con déficit de alimentos y los esfuerzos de las organizaciones humanitarias para obtener suministros para los necesitados y vulnerables.

Todos deberíamos aprender de nuestro pasado reciente y no cometer los mismos errores dos veces.

Los encargados de formular políticas deben tener cuidado para evitar ajustar accidentalmente las condiciones de suministro de alimentos.

Si bien cada país enfrenta sus propios desafíos, la colaboración, entre los gobiernos y la gama completa de sectores y partes interesadas, es primordial. Estamos experimentando un problema global que requiere una respuesta global.

Debemos asegurarnos de que los mercados de alimentos funcionen correctamente y que la información sobre precios, producción, consumo y existencias de alimentos esté disponible para todos en tiempo real.

Este enfoque reducirá la incertidumbre y permitirá a los productores, consumidores, comerciantes y procesadores tomar decisiones informadas y contener un comportamiento de pánico injustificado en los mercados mundiales de alimentos.

Todavía se desconocen los impactos en la salud de la pandemia de Covid-19 en desarrollo en algunos de los países más pobres. Sin embargo, podemos decir con certeza que cualquier crisis alimentaria resultante como resultado de una mala formulación de políticas será un desastre humanitario que podemos evitar.

Ya tenemos 113 millones de personas que padecen hambre aguda; En África subsahariana, una cuarta parte de la población está desnutrida. Cualquier interrupción en las cadenas de suministro de alimentos intensificará tanto el sufrimiento humano como el desafío de reducir el hambre en todo el mundo.

Debemos hacer todo lo posible para no dejar que eso suceda. La prevención cuesta menos.

Los mercados mundiales son fundamentales para suavizar las perturbaciones de la oferta y la demanda en todos los países y regiones, y debemos trabajar juntos para garantizar que las interrupciones de las cadenas de suministro de alimentos se minimicen tanto como sea posible.

Covid-19 nos recuerda contundentemente que la solidaridad no es caridad, sino sentido común.

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