Tiempo para sanciones de la UE al gobierno brasileño



El Amazonas está ardiendo. Se han registrado más de 40,000 incendios forestales en la región desde principios de año, y más de 2,500 kilómetros cuadrados de selva tropical se han perdido cada mes debido a la deforestación.

Este es un aumento masivo en comparación con algo entre 200 y 1000 km2 por mes en los años anteriores. Se estima que todos los días se destruye un área del tamaño del Gran Londres.

Esto no es nuevo en Brasil ni algo único en el mundo. Los grandes incendios forestales con frecuencia destruyen grandes trozos de naturaleza en Siberia, California, el Mediterráneo y muchas otras regiones.

Lo que hace que el caso de la región amazónica sea muy especial y preocupante es, en primer lugar, la importancia única de su selva tropical para el planeta y, en segundo lugar, la flagrante responsabilidad política de los líderes brasileños por su destrucción.

Tesoro único: responsabilidad única

La selva amazónica es el ecosistema más importante del mundo. Cubre 5.5m kilómetros cuadrados, un área mucho más grande que la UE.

Contiene un tercio de todas las especies vegetales y animales conocidas. Produce más del 50 por ciento de toda la lluvia que cae en la región amazónica y afecta los patrones de lluvia lejos de América del Sur.

Muchos lo califican de "pulmón del planeta". Su destrucción puede verse como una especie de "cáncer de pulmón" para la salud de nuestra naturaleza.

En este contexto, uno podría esperar un alto sentido de responsabilidad política del líder del país donde se encuentra ese tesoro natural. Por desgracia, este no es el caso en absoluto.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, se había comprometido vociferantemente durante su campaña electoral en 2018 para "explotar" la región amazónica y revertir las medidas de protección para sus bosques e indígenas.

Prometió terminar con la demarcación de nuevas tierras indígenas, reducir el poder de las agencias ambientales y liberalizar la minería y la agricultura industrial en las reservas indígenas.

Horas después de asumir el cargo el 1 de enero de 2019, emitió una orden ejecutiva para transferir la gestión del área al ministerio de agricultura, que está controlado por el poderoso lobby de agronegocios.

Según algunas cifras, la deforestación del área amazónica ha experimentado un aumento del 67 por ciento desde que Bolsonaro llegó al poder.

La mayoría de los incendios han sido provocados intencionalmente por agricultores o empresas para limpiar tierras para la cría ilegal de ganado, la minería, la producción de soja y otros usos.

Estos incendios exacerban la crisis climática, porque la gran cantidad de carbono almacenado por la selva tropical se libera a la atmósfera y el Amazonas ha desempeñado un papel fundamental en la absorción de la atmósfera.

Bolsonaro ha enfrentado críticas de todas las partes, tanto a nivel nacional como internacional. La gente lo acusa de hacer la vista gorda o alentar activamente la tala y la agricultura en la región amazónica.

A medida que aumentaba la cantidad de incendios este verano, se apresuró a describir los datos del satélite que confirmaban el enorme grado de deforestación como "mentiras" y atacó a sus propias agencias ambientales.

Además acusó a los gobiernos europeos por su intervencionismo.

Ataque abierto

El 23 de agosto de 2019, le devolvió el golpe al presidente francés Emmanuel Macron, después de que este último había instado a un debate de los líderes del G-7 sobre la situación en la región amazónica.

Lo acusó de utilizar el "problema interno de Brasil y otros países amazónicos" para obtener un beneficio político personal y lo culpó de una "mentalidad colonialista equivocada en el siglo XXI".

Esas palabras y hechos no son asuntos políticos como de costumbre.

Constituyen un ataque abierto contra la naturaleza y los pueblos indígenas de la Amazonía sobre la base de una agenda ideológica de extrema derecha. Es la agenda que trata la naturaleza solo como un tema de explotación, no reconoce derechos para los grupos indígenas y detesta a los activistas ambientales que son percibidos como izquierdistas o agentes extranjeros.

Además, descarta cualquier dimensión internacional de la cuestión y prioriza la soberanía nacional. Las empresas y el nacionalismo prosperan contra los valores humanistas y ambientales.

La UE no debe permanecer inactiva o simplemente atenerse a medidas leves.

Es hora de tomar medidas decisivas y advertir al presidente brasileño con la imposición de sanciones considerables si su gobierno continúa con su política actual.

La UE tiene una economía mucho más grande que la de Brasil y una enorme influencia política para avanzar en esa dirección.

En particular, la UE es el segundo mayor socio comercial de Brasil, representando el 18,3 por ciento de su comercio total.

Por otro lado, Brasil es el undécimo socio comercial más grande de la UE, representando solo el 1.7 por ciento del comercio total de la UE en 2017.

Podría absorber cualquier efecto negativo de las sanciones mediante la diversificación de su comercio con otros socios de América del Sur o de otras partes del mundo.

Liderazgo a través de sanciones

Un primer paso obvio sería bloquear o modificar los términos del acuerdo de Mercosur recientemente negociado, el gran acuerdo comercial entre la UE y varios países de América del Sur, incluido Brasil.

Este tema ya ha sido contemplado abiertamente por Francia e Irlanda, que amenazaron con no ratificar ese acuerdo a menos que Brasil haga más para proteger a la región contra incendios.

Pero un enfoque más efectivo consistiría en sanciones directas contra los intereses políticos y corporativos de Brasil que destruyen la región.

Las sanciones deben apuntar a los productos que se derivan directamente de la deforestación de Amazon: mineral de hierro, soja, azúcar, café, maíz.

Deben ser progresivos y equivalentes a la tasa de deforestación. Deben establecerse condiciones estrictas y verificables para su elevación o ablandamiento, dependiendo del progreso en la protección de los bosques.

Las empresas europeas que serían las más afectadas deberían ser parcialmente compensadas y apoyadas por los presupuestos públicos de la UE u otros medios para recuperar parte de sus pérdidas.

Las sanciones también deberían aplicarse a las empresas competidoras de todo el mundo que se beneficiarían de la destrucción de la Amazonía gracias a la retirada de las empresas europeas.

La UE tiene poco que perder y mucho que ganar con este movimiento.

Demostraría liderazgo moral en un tema de preocupación y responsabilidad global.

Ayudaría a su gente y negocios a darse cuenta de la importancia del comercio justo, con un costo relativamente bajo.

Recordaría a todos su poderosa posición en el mundo como la segunda economía más grande.

También enviaría un mensaje de determinación, fuerza y ​​unidad en el escenario internacional, especialmente en tiempos difíciles como el del Brexit.

Finalmente, y quizás lo más importante, pagaría un gran servicio a la causa climática global y al futuro de nuestro planeta.

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