AI está llevando Internet bajo el agua a las ruinas romanas sumergidas

AI está llevando Internet bajo el agua a las ruinas romanas sumergidas

Los sistemas cableados son los más confiables, pero son difíciles de mantener y cubren un área operativa limitada. Y el internet inalámbrico no funciona bien en el agua, debido a la forma en que el agua interactúa con las ondas electromagnéticas. Los científicos han probado las ondas ópticas y acústicas, pero la luz y el sonido no son formas eficientes de comunicación submarina inalámbrica: la temperatura del agua, la salinidad, las olas y el ruido pueden alterar las señales a medida que viajan entre dispositivos.

Así que Davidde se asoció con un grupo de ingenieros dirigido por Chiara Petrioli, profesora de la Universidad de Sapienza y directora de WSense, una empresa derivada de Sapienza, una empresa emergente especializada en sistemas de comunicación y monitoreo submarino. El equipo de Petrioli ha desarrollado una red de módems acústicos y sensores inalámbricos submarinos capaces de recopilar datos ambientales y transmitirlos a tierra en tiempo real. “Ahora podemos monitorear el sitio de forma remota y en cualquier momento”, dice Davidde.

Su sistema se basa en algoritmos de IA para cambiar constantemente el protocolo de red. A medida que cambian las condiciones del mar, los algoritmos modifican la ruta de información de un nodo a otro, lo que permite que la señal viaje hasta dos kilómetros. El sistema puede enviar datos entre transmisores separados por un kilómetro a un kilobit por segundo y alcanza decenas de megabits por segundo en distancias más cortas, explica Petrioli. Este ancho de banda es suficiente para transmitir datos ambientales recopilados por sensores anclados en el fondo marino, como imágenes e información sobre la calidad, la presión y la temperatura del agua; elementos metálicos, químicos y biológicos; y ruido, corrientes, olas y mareas.

En Baiae, Internet bajo el agua permite el monitoreo remoto y continuo de las condiciones ambientales, como el pH y los niveles de dióxido de carbono, que pueden influir en el crecimiento de microorganismos que podrían desfigurar los artefactos. Además, permite que los buzos se comuniquen entre sí y con colegas sobre la superficie, quienes también pueden usar la tecnología para ubicarlos con un alto grado de precisión.

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