Encontrar el vínculo entre la pobreza y la salud pública

Ko se matriculó en la Escuela de Medicina de Harvard, donde terminó sus estudios en 1991. Después de la residencia, como miembro de la facultad de Cornell, se fue a Brasil para dirigir un proyecto de salud pública financiado conjuntamente por el Ministerio de Salud del país y los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. En Salvador, una de las ciudades más pobres de Brasil, Ko capacitó a una cohorte local de médicos y profesionales de la salud pública para enfrentar innumerables desafíos de salud pública.

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“Fue un período de rápida urbanización”, dice. “Vimos múltiples brotes de infecciones que fueron transmitidas por ratas o mosquitos que se convirtieron en epidemias en las hacinadas comunidades marginales de la ciudad. Infecciones como dengue, meningitis, leptospirosis y Zika”.

En 2010, Ko dejó Cornell, y Brasil, por Yale, donde trabaja en la intersección de la salud pública y la justicia social. “A estas alturas, está claro que la pobreza es un factor importante en la salud pública”, dice. “Pero debemos ir más allá, para comprender exactamente qué es lo que tiene la pobreza que afecta los malos resultados de salud. Y, sobre todo, debemos invertir en la capacidad de las comunidades vulnerables para resolver sus problemas”.

New Haven está distante de Salvador tanto geográfica como socioeconómicamente. Y el covid-19, un virus que se transmite por el aire, es bastante diferente de las enfermedades que Ko encontró en Brasil. Pero un elemento de la experiencia epidémica fue idéntico. “El virus covid se aprovechó de nuestras desigualdades sociales subyacentes tal como lo hicieron las epidemias de Zika en Brasil”, dice. “Aquí en los EE. UU., tuvimos una primera ola devastadora que golpeó a las comunidades de hogares de ancianos. Vimos tasas de mortalidad en las comunidades negras y latinas que eran de cinco a seis veces más altas que el promedio nacional. Pero al aumentar el acceso generalizado a las pruebas, implementar mandatos y políticas sobre máscaras faciales y distanciamiento social y, lo que es más importante, brindar protección social a nuestras poblaciones más vulnerables, pudimos reducir esos niveles”.

Las lecciones que ha extraído tienen profundas implicaciones. “Hemos visto 5 millones [deaths] en esta pandemia [globally as of the end of 2021]”, observa. “Si no queremos ver morir a otros 5 millones, necesitamos vacunar al mundo. En este momento, son principalmente las personas que viven en países que pueden pagar la vacuna quienes la reciben. Si se ocupa de los determinantes sociales que influyen en los resultados de salud desiguales, puede marcar la diferencia. Y a menos que podamos proteger a todos, realmente no podemos protegernos a nosotros mismos”.

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